miércoles, 12 de junio de 2019

Niño incendio

Toco el timbre con el estómago revuelto. Por primera vez voy a la casa de un total desconocido sin saber qué esperar, qué voy a encontrar.

Un hombre de unos 30 años responde la puerta. Barba poblada, brazos musculosos. "Le hace falta estatura", pienso.

Entro a la casa y se siente un olor extraño. Reconozco con el tiempo el olor a papel quemado que nunca entendí por qué siempre está.

Sale una gata a saludar, pues ya me siente parte de su hogar y ronronea. Pasa el tiempo entre plática, cervezas, marihuana. ¿En qué momento este muchacho se convirtió en ese hombre al que no puedo decirle que no?

Me da miedo no poderte negar a cualquier propuesta que haga.

Llega el nuevo día, antes que salga la luz del sol me quedo dormida en el sillón y en un pestañazo lo descubro viéndome dormir. "Te preparé la cama", y me agarra la mano para llevarme a ese rincón que ya me reconoce.

Se aferra a mi cuello y a mi cintura para no dejarme ir, se convierte en un niño indefenso ante mi presencia y eso me intriga. 

Aprovecho.
Pongo mis brazos alrededor de su cintura y acomodo mi cabeza en su pecho. 

Toctoc
Toctoctoc
Toctoctoctoc

Cada vez más rápido.

Me concentro en su yugular. Es un vicio verte dormir, niño abismo.

Así transcurren los minutos antes que salga la luz del sol, y te despertés para volverme a decir, que no querés que me vaya.

Días en replay. 

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