Lo intenté por tercera vez, me enfundé en mi traje beige, miré hacia el suelo y me santigüé. Te encontré entre los escombros.
Y tu con tu voz, esa voz y tu pálida piel, con el brillo en tu pelo del trigo, con ese otro brillo que imagino tras tu abrigo.
Te adiviné en tu balcón silbando una larguísima canción, pensando "¿es esto lo correcto o no?" Así que hice "chaz!" y aparecí a tu lado.
"Lo sabes, ahora ya estás advertido, no te fíes de un animal herido" y Oh! Descuida, le mentí, soy un experto cazador.
Lo has visto, es mi mundo derruido, lo que hoy es puro mañana está podrido y ¿qué te iba diciendo yo? Me he perdido.
Mátame si ya no te soy de utilidad, mátame tras leer el mensaje. Pero ahora me desnudaré sin quitarme el traje.
Lo he visto, es tu mundo al derrumbarse que "lo natural es odiarse", me dijiste, he de reconocer, con cierta convicción.
Y entonces entonaste dulces gritos, comenzó el más viejo de los ritos, ¿fuiste tu, fui yo o sencillamente fue algo superior? Y añadiste "si lo hacemos, tonto mío, pues hagámoslo como es debido". Y, ¿Cómo es eso?, pregunté y tu me dijiste "justamente así no" y paraste.
"Me lo tengo prohibido", yo protesté empapado y más que aturdido y ahora sí, que sí, que yo me he perdido.