lunes, 5 de mayo de 2014

Dog days are not over

Hace un par de años quise irme varias veces. Ya no lo amaba y más que alegría me causaba enojo verlo o tenerlo cerca. Intenté dejarlo y siempre era un gran drama. La última vez me detuvo cuando estaba terminando de empacar mis maletas. Siempre fue mucha lágrima para convencerme, mucha promesa, mucho "podemos mejorar", "lo haré todo diferente", y bueno... funcionaba bien por algún tiempo y volvíamos a lo mismo.
Tuve que aprender a quererlo de nuevo, no borró los fantasmas pero tuvimos nuestras épocas muy felices y muy miserables. De todo un poco. Sentir ese abrazo, el beso en la frente, la mano en la espalda, se hizo una costumbre bonita.
Ahora, estoy aplazando empacar mis cosas mientras con urgencia busco un nuevo lugar donde vivir. Me pregunto quién me dara ese beso en la frente, ese abrazo y de quién será esa mano en mi espalda mientras estoy en la cama acostada en su pecho viendo una película.
Siempre ha sido para mi muy fácil desligarme emocionalmente de una relación. Me mantengo ocupada durante la etapa más difícil y ya cuando me desocupo ya ha pasado lo peor. La diferencia es que antes tenía más amigos, más pretendientes (o mejor dicho: tenía pretendientes) y estoy varios años más fea, más gorda y más sola.
Me aterra la idea de verme sola por primera vez en la vida. Claro, me voy a vivir con una amiga pero no tengo mucho más que eso. Tengo el oído y las canciones de aquel amor que está ahí siempre pero no puede estar conmigo de ninguna otra manera más que en el teléfono. Tengo que empezar de nuevo aquello que tuve y formé en 24 años.
Me da pánico. Creo que viene lo peor aunque espero que todo esto mejore y mejore ya.
Mientras tanto, me contengo las lágrimas porque me hacen sentir débil. Qué le vamos a hacer.

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